jueves, 10 de junio de 2010

la acuña nocturna

me encuentro en la cama, mi cuarto, el lugar mas deseado luego de un largo día, atravesar el pasillo que conectaba la cocina, el lavarropas, la pieza de mi hermana, mi baño y finalmente mi habitación,
se veía muchas veces algo infernal.
una tormenta de flashes luminosos que se adentraban por el ventanal de aquel pasillo, impedía el paso tranquilo hacia mi aposento. eternas alucinaciones merodeaban mi cabeza desde que llenaba de valor mi pecho y me decía a mi mismo "no tengas miedo", era allí cuando en esos pocos segundos que duraba mi carrera me topaba con el pensamiento de que alguien abriría la ventana, me atraparía y me llevaría hacia lo más profundo del abismo. una vez en la cama me tapaba hasta el último pedazo de cabeza, luego de unos minutos, toda esa adrenalina que generaba esa carrera no me dejaba dormir, lo cual me hacía sentir enfermo. miraba la pared fijamente durante un largo rato y arrancaba cáscaras de pintura que sobresalían de aquel muro infinito que a veces veía acercarse y alejarse generando en mi un enorme grito de ayuda, pero mi cuarto, se hallaba lejos de mis padres.
luego del tormento lograba tranquilizarme solo y con esos pequeños pedazos de pintura que arrancaba terminaba formando figuras a las cuales consideraba islas que al alejar la mirada creía haber representado el planisferio, entonces era allí cuando lograba encontrar mi momento de tímidas risas, inventando historias de piratas o imaginándome a Colón llegando a América.
Durante el transcurso de la noche, a veces, sentía como todo ser humano, ganas de orinar y al destaparme, creía que un río de lava ardiente se encontraba debajo de mi cama, cuando lograba vencer ese pensamiento ponía los pies en la alfombra y me quedaba firme observando la puerta de mi cuarto, corría hacia la alfombra y apoyaba una mano en mi almohada para sentirme seguro.
Sentía que al cruzar la puerta un león me devoraría, entonces era allí donde perdía mi último gramo de valentía, me rendía ante la alfombra y allí estaba bajándome los calzoncillos, sacando el pajarito y orinando mi alfombra, entonces todo esto era mi último recuerdo antes de poder conciliar el sueño que mi padre interrumpía diciéndome: "vamos hijo... hay que ir a la escuela".

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