un día
como
cualquier otro
Corazón
salió del
placar
de piel
y huesos,
regó
las plantas
del jardín,
el frasco
de mermelada,
respiró hondo
abrió
la puerta
cubierta de pelos
puso un pie en
la calle
y aquellos monstruos de ojos GRANDES, PELUDOS, CON PELOS EN LA NARIZ,
se acercaban
hacia el
ya no era un sueño
y el mundo exterior
comenzaba a caerle mal.
Se encontró con la soledad
compactada en un vagón
con los ojos vendados
y con la impaciencia
no dejaba de hacerse
preguntas, siempre
para llegar faltaba
poco entonces
le preguntaba
con culpa
al hambre
que cenaría hoy,
porque se sentía
vacio y vacio
quería convencerle
de que estaba lleno
y lleno de que
estaba medio lleno
y medio lleno
quería estar lleno.
Corazón, confundido
ya no sabe que era
lo que tenía que hacer
lo había olvidado
y se perdía
cada vez que lo
intentaba, dado
por vencido y
recogido por el
regresa a su placard
de huesos y piel,
conecta sus cables
y todavía espera,
mañana será otro
frasco de mermelada,
otro monstruo,
otra la canción del
despertador.
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