En esta ciudad, en la que sobra gente, ¿para qué preocuparse por
la manera en la que uno camina? si las huellas que dejan no
son las mejores para seguir. La gente se amontona en una
esquina, detesto tener que pasar por allí y me pregunto
¿hacia donde irán?, ¿que tendrán que hacer?, mientras
trato de hacer memoria de lo que me queda por hacer,
que poco importa. No entiendo, a esos pibes de gorrita,
chomba Kevingston y zapatillas Adidas, ¿por qué creen
tener originalidad?, si se visten, caminan y actúan
todos iguales, son como insignificantes extras en
una película que nunca se rodará y verlos es como ver una
película sobre el hombre de Neanderthal ya que siempre
están compitiendo a ver quién es el jefe de la tribu,
quién es el más "piola", pero por más triste que sea
verlos, basta con saber que piola es aquel que no
necesita llamar la atención ni imitar a otro
para ser alguien mas.
Mientras algunos piensan que es lo que se pondrán
por la noche, algunos piensan que beberán, qué fumarán,
de qué manera podrán cambiar el mundo, que libro leerán,
que frase escribirán, que disco comprarán, para mí
algunas de esas cosas son más importantes, aunque
viaje, en este colectivo de la línea 24 un jueves al
mediodía mientras por la ventana le muestro
los dientes a un linyera y el me hace lo mismo,
para dos cuadras más adelante ver como un taxista
le rompe la nariz a un peatón,
mientras miro la hora,
mientras pienso en mi quehacer nocturno,
mientras reflexiono, acerca de mí, ¿por qué me quejo
tanto, si al fin y al cabo hay gente que la pasa
peor? pero tampoco es consuelo. Por fin, ya
en tierra firme, voy a buscar la luz, completamente
nervioso, escuchando un tema solisimo, un Aeroblus,
escucho:
-¡Eh, gordo careta!
-¿Qué haces Moli, Todo bien?
-Acá andamos ¿Hoy entrenas?
-Si
-Bueno nos vemos
-Dale.
Entro a mi casa, tiro las cosas por ahí,
me acuesto, reflexiono... E intento
dormirme, mientras pienso... en nada.
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