Las cucarachas hacen bebop con las ratas en mi cocina y canto un blues
con una guitarra de cuerdas oxidadas, mis uñas rojas por otro partido
de tenis mental. Izquierda, derecha... uno y uno, nunca los dos juntos
ya que eso resultaría en un crimen del tipo tropiezo, con veinte testigos
a mitad de cuadra y mozos disimulando la risa de la bandeja.
Dar amor es perder un poco de mi orgullo, y no sabes
lo que daría por hacer una parte de el un bollo y tirarlo a la mierda
cuando te veo parada en la puerta y yo enfrente con el peso de
mis ojeras y las ganas de correr y abrazarte. Pero siempre
pasan los autos y te vas acabando el cigarrillo hacia la puerta. Entro
tarde, después te veo pero somos dos estatuas coloridas, ni te enterás
de que me inspiran los desamores, no puedo convivir con el amor, para mí es
más utópico que La República.
Ese cristianismo que vibra cuando te tomo por la cintura y la llevo
al choque con mi bragueta; esos besos temerarios, mil ojos rojos
observan desde la maleza virgen. Voces aturden en un cuarto y la rutina
se completa: baño, cocina y habitación, no hay relojes pero saliendo al
balcón se pueden ver y escuchar los cinco edificios en construcción. Y
ENCIMA CON LO QUE ODIO EL RUIDO Y LA GENTE con esas miradas que
interrogan, piérdanse en su nada hijos de puta, salen a la vida para ver ¿cómo es?, ¿a cuánto se vende? y si alguien les convida un poco.
Yo solo pido que le des un beso a mi cuaderno para tener una prueba gráfica
de cómo son tus besos, un año de luces y bombillas de todos los colores y formas para un minuto de entorno sepia. Volver, volver, creo siempre estar haciendo eso, ¿cuáles son las inquietudes de esta tarde?, no creo estar haciendo nada, si lo creo, podría que no PORQUE ESTOY ESCRIBIENDO. Si leyeras al menos, han pasado algunos años, nada se agita, ni nada está como lo dejaste y espero que del lado de tu cuadra tampoco, porque hacer que nuestras esquinas se chocaran generaría otro caos en el tráfico, como aquella vez allá por Agosto, creo.
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