jueves, 15 de julio de 2010

Lado A

mientras tanto camino por la rivera
solitario, rodeado de sombras,
mientras abrazo a la mía, observando
a las palomas comer el pan mojado
que les arrojó algún muchacho
de la estación de colectivos
de la línea 152. En aquella terraza,
algunos minutos más tarde, pude
contemplar, toda mi niñez, en
aquel barrio, el techo de la casa
de mi abuela, a mi abuelo esperando
el colectivo de la linea 64,
que al encontrarlo me contaría
que iba al centro a hacer unos tramites
y todo el humo de las fábricas
y el viento
y la soledad
y la risa de mi abuela cuando
le dije que con el telgopor
que había comprado y le sobraba
podría pegarlo (previamente tomada
la forma y cortado) a una media
y así tendría una alpargata
casera.
mientras escuchaba un violín,
podía sentir, cerca de los botes
aquella tristeza pobre e italiana,
española, francesa que desembarco
para emprender el periplo en esta
tierra, atrás habían dejado la suya,
como los militares en el riachuelo
soltaron cadáveres, las fábricas
sus aceites y los olores que emanaba
aquel riachuelo, mezclado con el
cáncer del humo de las chimeneas.
Al entrar a un conventillo, pude darme
cuenta que la escupidera la habían tapado,
como al color original del barrio
y sus costumbres y a su gente.

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