viernes, 22 de octubre de 2010

Miércoles, tipo ocho.

En sus caras veo el hambre, hace doce horas que no comen,
sacan turno y esperan, los llaman, se acercan al mostrador
y entregan un papel; y le dan una fichita "con esto después
te pedís un café". Bueno algo es algo, ellos me quitan la
sangre, la analizan, se ríen, se asombran (¿drogas?),
se asustan, después dan su diagnóstico, mientras tanto te
tomás un café. Algunos muestran gran desaparición
pareciera que hace semanas no comen, se devoran esos muffins,
hablan y escupen migas, les tiembla el pulso, se mojan
el bigote y los papeles.
Pero para esto hay que esperar, por el parlante se escucha
"Cuatrocientos sesenta y tres, box cinco... cuatrocientos sesenta
y cuatro, box trece", yo tengo el cuatrocientos ochenta y ocho
hambre y mareos. No ocurre nada interesante. Me llaman. Me
pinchan, me extraen lo rojo. Soy libre otra vez.

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